Aquí les presento un extracto de un muy buen libro, “Las Dos Caras de la Historia, Revolución Mexicana: El Tiempo del Caos”. Libro que me prestó un querido compadre. Se los recomiendo mucho. Este extracto es del capítulo “Virginidad” de Álvaro Enrique, a quien no tengo el gusto de conocer. Describe muy bien, y en pocas palabras, el proceso por el que pasó don Francisco I Madero de candidato a mártir. No estoy de acuerdo del todo, pero está muy bien explicado, para que los mortales entendamos mejor ese escabroso tiempo de nuestra historia. Aquí les va:
Publicó un libro en el que prometía cambiar el país pacíficamente y acto seguido se alzó en armas. Nadie se levantó con él en la fecha señalada por el Plan de San Luis, pero entre los pocos que se le unieron tardíamente estaban Orozco y Villa, dos estrategas mugrosos y geniales que salieron literalmente de la nada. Ellos dos derrotaron a Díaz, el dictador eterno. Una vez que Madero ganó, se tardó meses en asumir la presidencia e impuso a Pino Suarez como candidato a la vicepresidencia en una jugarreta antidemocrática e impopular. Dividió con ello los intereses del grupo que le había abierto el camino a Palacio Nacional y perdió el control del Congreso que le hubiera permitido reformar la administración del Estado con presteza… desarmó a sus leales y los dejó en descampado para las elecciones municipales que sucedieron antes que las federales. Cuando finalmente tomó posesión, no sólo no metió en la cárcel a los bandidos … del régimen anterior, sino que los dejó en las posiciones de poder que tenían durante la dictadura. Duplicó el armamento del ejército federal, detuvo a Villa por haberse robado un caballo en la campaña contra los orozquistas y nunca le extendió el perdón que no dudo en conceder a Bernardo Reyes y a Félix Díaz, que habían fracasado en sendos golpes de Estado. No supo interpretar lo que había de justo en las demandas agrarias de los zapatistas; ellos, contra pronóstico, cerraron filas con él en la hora de su muerte. Tal vez haya sido el único mexicano de su generación que le mostró una confianza de hierro a Victoriano Huerta.