Yo soy vasconcelista. Del fundador del Ateneo de la Juventud, junto a Alfonso Reyes y otros; del director de la Escuela Nacional Preparatoria, del rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, creador de su frase: «por mi raza hablará el espíritu»; del primer Secretario de Educación, del candidato a Presidente de la Republica que en su plan de gobierno tenía, como número 7: Procurar que en cada población del estado, la mejor casa sea la escuela, el templo de los modernos; la escuela que sea hogar y teatro, aula y taller, centro social y sala de lectura, la escuela total sabia y artística: cimiento de voluntad y ventana de canción.
Después de perder las elecciones con Pascual Ortiz Rubio, definió así al revolucionario:
«Revolucionario es aquel que trabaja más y con mayor alegría; el que construye mejor y más de prisa; el que inventa y crea, y se adelanta a su destino; el que construye la torre más alta de todas las que hay en su pueblo; el que formula una teoría social más generosa que todas las tesis anteriores, y dedica su vida a lograrlo; y aquél que con sus obras, aumenta el bienestar de la gente».
Así si soy revolucionario, soy vasconcelista, hasta le perdono la frase que acuñó: «donde empieza la carne sada, termina la cultura». De algo tenía que flaquear don José.
José Vasconcelos Calderón nació en Oaxaca en 1882. Fue abogado, político, escritor, educador, funcionario público y filósofo mexicano. Murió en la ciudad de México en 1959.
Tomado del libro: Senderos de Verdad 1, de la Sociedad Mexicana de Ciencias, Artes y Fe.