Entre mi proveedor de artes visuales, Redso, Francisco Gonzalez, y el que escribe, contratamos a Gamatur, una profesional empresa turística, que además de ofrecer viajes a todo el mundo, le apuesta, valientemente, al turismo local; para que nos organizara un tour a la región citrícola de este rico estado de Nuevo León. Lo que batallamos para convencer a regiomontanos para ayudarlos a escapar de la venenosa ciudad. Deberíamos tener lista de espera.
El equipo de Gamatur te explica, como lo hacen en todo el trayecto, como es que se divide el estado en seis regiones: la región noroeste, donde se encuentran los municipios de Villaldama, Bustamante, Lampazos, y Anáhuac, entre otros; la región noreste con los municipios que te llevan hacia a Reynosa como China y Los Herrera; la región metropolitana con Monterrey y sus alrededores; la región periférica con los municipios que están alrededor de la metropolitana (tan centralizados somos en el estado) como El Carmen, Ciénega de Flores y Pesquería; la región sur como Galeana y Zaragoza; y la región citrícola (o valle del pilón) partiendo de Santiago, Allende, Montemorelos, Rayones, General Terán, Linares y Hualahuises.
Gamatur tiene dos recorridos a la región citrícola, de tantas actividades que puedes hacer en esa ruta. A uno de esos fuimos 18 compañeros a disfrutar y aprender durante el sábado (unos más convencidos que otros).
El servicio de transporte es de primera con Rosy Almaraz y Liliana García Cover platicándonos y preparándonos para nuestra experiencia (ya nos estamos integrando).
Llegamos primero a «Las Glorias de Linares» en la fabrica de Marquetas La Guadalupana, donde la señora Martha Perales, protectora de la tradición del dulce de leche de Linares, nos permite conocer el proceso que desde hace más de 50 años nos entrega ese manjar. Fregón.
De ahí pasamos a la plaza principal, con su catedral, su famosa botica Morelos, y el Museo de Linares, muy bien dirigido por el escritor Abel García Garza. Recorrer un museo debería ser practica común del ciudadano.
Siguen los sagrados alimentos y, a una cuadra de la plaza, los taquitos Tía Carmen de diferentes guisos con tortilla de maíz recién hechas no pueden faltar. Los de pata lampreada están fuera de serie. Ahí cerquita hay unas nieves de tradición, Helados Almaraz, desde 1901 hay tres generaciones haciendo muy buena nieve, no te quedes sin probar la de mandarina.
Nos fuimos al pequeño, rodeado de Linares, tradicional y lleno de gente buena municipio de Hualahuises, nombre que defendieron sus ciudadanos heredado de las tribus indígenas desde antes de la conquista. Primera parada la panadería de don Luis Casanova, donde Gaby, la joven nieta se esmera por cuidar el legado del pan hecho en horno de leña. No se pueden ir sin unas «revolcadas de naranja». Que labor de jovencita, un ejemplo de vida.
Los puentes colgantes para cruzar el río Hualahuises son un atractivo para disfrutar de la naturaleza, a la sombra de frondosos y espirituales sabinos más viejos, y sabios, que nuestro país.
Antes de salir de Hualahuises nos paramos al taller de artesanías de don Juan Morales Zúñiga, increíble verlo fabricar los trompos de madera. Esperemos que jugar con el trompo, el balero y el yoyo, así como el palo para amasar tortillas, se mantenga en la cultura popular y que don Juan siga por muchos años fabricando estas fregonerías de artesanías con el mismo entusiasmo que incita.
Pasamos al blanquillo, donde Fernando García Sáenz nos recibe en el «Mero Blanquillo» de Congregación Calles, para platicarnos y darnos a degustar las tradiciones de la zona: la mejor carne seca, fruta en conserva, naranjas, dulce de leche con nuez, procesos, sabores, anécdotas, no nos podíamos ir.
El camino de regreso lo hicimos con una complicidad de todo el grupo al poner nuestro granito de arena para que nuestros pueblos conserven nuestras tradiciones sustentablemente.
Muchas gracias Liliana.
Pura fregonería.