Uno de estos fines de semana, nos juntamos la familia para hacer y comer cabrito. Tratando de cuidar la tradición de una de las hermanas de mi abuelo Gregorio Canales, la tía Libradita.
Mi papá lo preparó en salsa, Adrián mi hermano en el huevo verde, y Cipri y yo en salsa también, pero con algunos cambios. Estos procesos fueron asesorados por mis hermanos Patricio y Roberto, y sus hijos.
Lo primero es comprar un cabrito, asegurándonos que sea de leche, y cortarlo de preferencia en 16 piezas, no en 8 que son las acostumbradas cuando se hace al pastor.
La cabecita se pone en la lumbre envuelta en papel aluminio y puede ser parte de la botana que platicamos más adelante.
Hay que sellar las piezas, en la misma cazuela donde lo vamos a hacer en salsa. Se calienta poquita manteca, la menos posible, con ajo y cebolla. Ya hirviendo, se pre-doran. Antes de sacar las piezas se le ponen hojas de laurel y de orégano.
Mientras se sellan las piezas, vamos trabajando en la salsa. Hay que tatemar con poca manteca, tomate, chile serrano, cebolla, ajo, y chile ancho. Lo que se vaya tatemando se va licuando, agregándole orégano, sal y pimienta al gusto.
Las piezas de cabrito ya selladas y ya sin la manteca, se ponen en el cazo y se les va agregando la salsa poco a poco, para que no tenga tantos cambios de temperatura el guiso.
Todo el proceso se tarda unas 3 horas. Es importante una buena compañía, y contar con algo de botana, como la cabecita que pusimos en la lumbre, e hidratación. El mejor maridaje para la espera es una Carta blanca bien helada.
Las piezas se sirven acompañadas de tortillas de maíz, salsa de piquín molcajeteado, cebolla y cilantro picado, y una rebanada de aguacate negro santos.
Buen provecho.