Está historia, relatada por su protagonista, es de Gonzalo Martínez Sada. Un muchacho muy entrón. Espero la disfruten y los conmueva igual que a mi.
En memoria de Cecilia Figueroa Escobosa, QEPD. Sábado 7 de enero del 2012
“Gonzalo, Gonzalo, ¡GONZALO! Te habla la madre Tere”
“Bueno, bueno, bueno, BUENO” hago pruebas con mi voz ronca y soñolienta sin ningún éxito mientras Juani me pasa el teléfono que estaba en el buró de enfrente de mi cama.
“Bueno, madre! ¿cómo esta? Buenos días.”
“Gonzalo fíjate que me acaban de hablar de la clínica 25 y que Ceci está muy mal, ya les marqué a Cruchy y a Cata, pero no las encuentro.”
“Ok madre, déjeme las encuentro y ahorita voy para allá.”
“Cruchy. ¿Cómo estas? Buenos días.”
“Buenos días. Acabo de colgar con la madre. Voy por ti en 20 min.”
“Ok.”
“Juani ¿Me puedes preparar por favor unas rajas con queso?”
“Claro.”
Como buen hombre, me baño en 2 minutos. Me cambió, justo antes de agarrar mis tenis me acuerdo del dolor de mis pies, el día anterior. “Mmm, creo que crocs es mejor idea.” Decisión que recordé todo el día como una muy buena.
Mientras desayuno me acuerdo como la conocí.
“Mira papá esta comunidad tiene 8 voluntarios, estamos trabajando en un manual para la educación de los niños. Son niños con muchas deficiencias y lagunas mentales, estamos estudiando la mejor manera de que aprendan para que el programa este enfocado 100% en ellos.” Le explico a mi papá, Presidente de la Junta de Beneficencia Privada del Estado, después de una visita que hicimos a las comunidades.
Siendo estudiante del Tec, hice dos servicios sociales; Conductor designado, era irnos los jueves al antro de un amigo en el barrio antiguo, cuando se podía ir, a pararnos afuera mientras pasaban a revisarnos y luego nos quedábamos hasta tarde en la fiesta; de servicio social no fue mucho. Otro en un programa que se llama México Rural. Durante mi servicio, se me hizo que teníamos un diamante en bruto. Ir a las comunidades más desfavorables del estado y apoyarlos, a través del servicio social del Tec, con los estudiantes como brigadistas en todo lo de la Secretaría de Educación Publica. Había demasiado que hacer. Al terminar el servicio le propongo al encargado hacer un consejo, a él se le ocurre, justamente en la clausura, que invitara a la gente, por que era muy buena idea. Imagínate que me paro enfrente de todo el público, todos los brigadistas, en un auditorio de aulas 5, cuando todavía era la vecindad del chavo, con más de 100 estudiantes y les presento la idea a todos. Se escucharon los grillos, no mucha gente compartió mi entusiasmo.
Termino la carrera ese mismo semestre y se me quedó la inquietud, pero no fue sino hasta el siguiente año (2005) que dije; “Es momento de regresar”.
“¿Cómo ven si les formo un consejo?”
“Buenísima idea.”
Y como en esta vida, el que tiene la idea es como el que levanta la mano, lo tuve que presidir. No duró mucho el consejo, básicamente lo único que hicimos fue hacer un programa que fuera hecho a la medida para los niños, metimos educadores que nos apoyaran en esto y listo.
“¿Cómo ven si comemos en El Principal”? se le ocurre a mi papá.
“Orale”
En la comida mi papá nos platica más a fondo, sobre todo para los que no conocían el tema, de qué se trata la junta, qué hacen, etc. Gerardo, uno de los consejeros que fue invitado por la maestra Nora Guzmán, fundadora del programa, se queda muy pensativo con esto.
Dos días mas tarde Gerardo me manda un correo que me hizo llorar. Me explica el caso de Ceci.
Cecilia Figueroa Escobosa es una persona que tiene una enfermedad que se llama Lupus y distrofia muscular. No le se mucho a las enfermedades y tampoco me meto tanto, la verdad. El caso es que esta persona esta abandonada en un asilo en Cadereyta, atendido por unas monjitas que no podían con el trabajo. Ella no se pude mover por su enfermedad y básicamente se la pasó cerca de 10 años ahí. Sus papás se murieron y sus hermanos, los que quedan, se desentendieron de ella. La pobre la dejaban en su cama todo el día, en la noche no había quien atendiera ni a ella ni a los viejitos, mas de una ocasión se le murió algún compañero de cuarto, esos cuartos que hay más de 10 gentes, supongamos 5 camas de un lado y 5 del otro.
Fuimos a conocer a Ceci. Una mujer encantadora, lindísima, nos ganchó desde el primer momento. La amamos desde ahí hasta hoy, mmm, hasta siempre quise decir.
Le buscamos en dónde pudiera vivir. La cambiamos a un mejor lugar, como esta en perfectas condiciones psicológicas, es muy inteligente, no cabía en ningún lugar de la ciudad, unas instituciones atienden a enfermos mentales, otros a parálisis, otros a viejitos, etc.
Dimos con un lugar que se llama la Casa de Reposo del Sagrado Corazón, huelga decir que también nos enamoramos de la madre superiora, la madre Tere. No se de dónde saca tanta energía para estar TODO el tiempo atendiendo a los demás. Tiene a más de 90 personas de la tercera edad a su cargo.
Total, encontramos el lugar y de ahí en adelante se llamaba la casa de Ceci. A todas las madres y enfermeras se les ve que tienen la vocación, bueno, a casi todas para no exagerar, en todos lados hay problemas con la gente. Le conseguimos una silla de ruedas eléctrica y le cambió el aspecto completamente, hasta se puso a dieta. Luego nos daba ternura cuando nos decía, cuando le fuimos a dar la silla eléctrica; “Es que ya se me hace mucho. ¿Ahora qué le voy a ofrecer a Dios?” “Ceci, ofrécele que ya no tienes tanto que ofrecer”. Así era ella.
Ya se había puesto mal un par de veces antes, pero esta parece que era la definitiva.
“Piiiiip Pip” se escucha el claxon de Cruchy en la cochera.
“No sabes Cruchy, me dormí a las 5:30 am, me quedé con Bernardo mi hermano platicando y tomando un tequilita después del antro” No estaba en mi mejor calidad.
“Te diría que manejaras tu, pero dado tu calidad…”
Llegamos al cuarto piso de la clínica. “¿Qué novedades madre?”
“Pues esta empeorando el cuadro.”
Yo soy de las personas que no se puede estar quieto. Empecé a hacer llamadas y hablar con las enfermeras y doctores en turno.
“Vengase para acá padre… No ya ni se venga, no va a llegar.” “Esto ya no tiene caso” me dije a mi miso.
Mientras Cruchy y la madre que estaban con ella le rezaban el padre nuestro y unas avemarías, alcancé a decirle; “Te queremos mucho Ceci.” Pienso que esos ojos que levantó, quisieron decir que ella también, que gracias. Quieren decir que nos esta esperando.
Luego llegó un padre, le alcanzó a dar los santos óleos y un par de minutos después llegó el doctor a revisarle el pulso, bueno, a tratar.
“Ya falleció, lo lamento mucho.” Nos dijo el doctor. “Déjame traer el electro grama para verificar”. En la clínica 25 del seguro social no hay muchos electros.
“¿Se pueden salir un segundo?” Nos vuelve a decir el doctor. ¿Cuál salir? Esta prácticamente todo abierto. “Ya pueden entrar.” Un minuto después, efectivamente era una línea en el aparato, uno que otro espasmo en la gráfica, pero nos explica el doctor que es normal, son reflejos.
De ahí hablarle a Benito M Flores, amigo, que cuenta con capillas de velación. Ir con la madre por la identificación de Ceci para empezar con los trámites. Coincidimos que lo mejor es cremarla y poner los restos en un nicho que tenemos.
Después de unas horas de espera nos dicen que ya esta listo el trámite, podemos llevarnos el cuerpo. Les marco a los de las capillas y vienen a la clínica.
“Alguien tiene que pasar a identificar el cuerpo” Me comentó uno de los del servicio, dos personas trajeadas.
“Pásale tu.” Me empuja Cruchy, después nos reímos de eso.
Paso y efectivamente estaba un cuerpo en la mesa de acero. La piel amarilla y la cara hinchada, no estaba seguro quien era. ”¿Será ella?” me pregunté.
“Si.” Una pausa que duró un rato. “Es ella, gracias.”
“Al rato les avisamos cuando este lista la urna.”
Se llevan el cuerpo de mi amiga, mientras mi cabeza no entiende bien qué estaba pasando. Medito sobre el tema y aunque hay gente que dice y dirá; “Pero que bueno que ya esta descansando.” Si ella amaba vivir, no se quería morir. Cuando llega ese punto en la vida, creo que nadie quiere morir, hasta nosotros que creemos en el cielo, no queremos irnos muertos.
Como pasa gente en nuestro camino. Como parece que estamos aquí juntando momentos. Lo que me queda es que le ayudamos en ese paso. Fuimos, de alguna manera, un puente para que estuviera tranquila mientras lo cruzaba y daba ese paso que TODOS daremos algún día. Espero que cuando yo lo dé, esté Ceci entre los que me estén esperando, junto a mi familia y amigos, con mis abuelos. Que esté ella sin su silla de ruedas, parada, y extendiéndome la mano, me diga;
“Bienvenido.”
“Hasta pronto Ceci, salúdame a mis abuelos y a Jorge.”
Gonzalo Martínez Sada. Http://twitter.com/gonmarsa www.gonmarsa.com