Otra de las mujeres ilustres norestense. Tía de mi compañero Fernando Torres del Angel, Kabubi.
Nació en ciudad Juárez, Chihuahua, pero para tercero de primaria ya estaba inscrita en la histórica escuela José Joaquín Fernández de Lizardi. ¿Cuántos grandes regiomontanos pasaron por sus aulas? Por lo pronto, mi personaje De Estas Tierras, el dentista don Humberto de la Garza.
Cursó la secundaria en la única de ese tiempo en la ciudad, la No. 1, donde vivió mi personaje De Bolero a Contador, Aurelio Martínez; donde fue maestro don Armando Villarreal, compositor de la canción «Morenita Mía». De ahí pasó a la Escuela Normal Miguel F. Martínez, definiendo su vocación hacía la enseñanza. Con mucho esfuerzo siguió estudiando en la Universidad Autónoma de Nuevo León, y la Normal Superior de Coahuila, presentando su tesis Estudio Histórico-geográfico, socioeconómico del municipio de Monterrey, asesorada nada menos que por el maestro Israel Cavazos Garza.
Etelvina ya daba clases en escuelas primarias particulares, cuando su tesis llegó a las manos del Ing. Isidro Vizcaya Canales, gran conocedor de la historia, quien buscó a la autora para ofrecerle el puesto de Maestra e Historia de la Preparatoria del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.
Siguió preparándoselas con maestros como Lic. Alfonso Rubio y Rubio, Lic. Luis Astey, don Eugenio del Hoyo. El rector del Tec, Ing. Fernando García Roel, la invitó a formar parte de un ambicioso proyecto: impartir enseñanza televisiva. Esto fue en 1964, ahora debido a la pandemia, se está usando en 2020.
Para 1965 apoyo al Ing. Juan Antonio González Aréchiga, gran maestro e intelectual, para desarrollar la escuela se Servicio Social «Secundaria Melitón Villarreal», con los estudiantes-maestros del Tec. Los alumnos-maestros les impartía un curso intensivo de Técnicas de Segunda Enseñanza. Esta escuela se convirtió en la prepa de la Universidad Mexicana del Noreste.
En 1973, participo en el programa para formar la primera Preparatoria Abierta del país. Más adelante formó el Centro de Asesoría Escolar Vocacional del TEC. Por esas fechas estudió la Maestría en Educación en la Universidad de Monterrey, con grandes maestros a los que siempre les decía: «La gratitud es la memoria del corazón».
Después de su jubilación, siguió sus actividades docentes en la Universidad Mexicana del Noreste, con el entusiasta rector Ing. Juan Antonio González Arechiga, hasta el 2004 en que desapareció la Universidad.
Siguió dando clases particulares diciendo: «Deseo vivamente que el último instante de mi existencia, me sorprenda pensando en los demás».
Lo que más me emociona de la maestra Etelvina Torres, es el recuerdo de sus muchos alumnos. Sin duda una de las personas ilustres de Nuevo León.