Creemos que la felicidad depende de otras personas o de cosas específicas. Como cuando le preguntaron a la esposa de un presidente de Estados Unidos: “¿Su marido la hace feliz?” Esperando la contestación obvia, ella dejó a todos con la boca abierta al contestar: “No”. Después de una pausa siguió: “Si soy feliz, pero mi felicidad no depende de mi marido, ni de nadie más. Depende solo de mi”.
¿De quién depende mi felicidad? Más dinero, más placeres, menos sacrificios, ya sabemos, no nos lleva a la felicidad.