A 30 kilómetros al sureste de Lampazos de Naranjo, Nuevo León, hace 260 años, fue levantado el Real de Minas San Antonio de la Iguana.
El descubrimiento de una veta de plata casi a flor de tierra, en forma de una iguana, atrajo el interés de más de 2,000 personas. En aquel entonces Monterrey, la capital de la provincia de Nuevo León, contaba tan solo con 500 familias. El Virrey de la Nueva España Agustín de Ahumada y Villalong, Márquez de las Alamillas (1755-1760), tuvo que intervenir para tratar de ordenar el rápido crecimiento del Real de Minas.
La veta de plata se terminó pronto, el resto de los mineros no encontró alguna otra, el agua escaseaba, los veranos son castigadores, la infraestructura se hizo desordenadamente, y el Real de Minas quedó en despoblado casi tan rápido como se pobló.
Para 1773, 16 años después de su fundación, fue visitado por el Gobernador Melchor Vidal de Lorca y Villena y asentó:
Dista de Monterrey treinta y siete leguas (treinta y siete horas de camino!, actualmente son dos y media), de describió en bonanza el año de 1757, el cual se halla en tanta decadencia, que apenas se mantienen muy cortamente en él quince familias de españoles y treinta y dos mozos, que se ejercitan en la minería, sin que ninguna esté en corriente saca, sino todas en borrasca … Conservan su esperanza, para no desamparar el Real.
Desde hace al menos tres generaciones, la familia Quiroga, le dedica tiempo, dinero y esfuerzo para preservar este legado histórico. Algo de ganado, buscando minerales con asociaciones del extranjero, tratando de mantener las construcciones y las historias, disfrutando del monte y las visitas a familiares que viven en Lampazos.
Allá fuimos a dar este sábado 18 de Marzo, antes de que empiece la primavera. El esfuerzo por mantener los caminos, las construcciones, la mina, y contar con agua, es de agradecer con crees y con buenos deseos de que logren encontrar prosperidad en alguna actividad.
A orillas del caprichoso río seco se encuentran aún en pie algunas paredes de las antiguas casas y solares, construidas con piedra, ya sin las puertas y techos de madera. Hace cuarenta años aun vivían algunos familiares quienes cuidaban del rancho y mantenían sus huertitas.
A cierta altura del río esta una piedra labrada redonda como de metro y medio de alto y unos cincuenta centímetros de espesor, que utilizaban como molino. Probablemente se movía con la ayuda de la caída de agua.
Lo que fue la iglesia está más alejada. El cuadro de la Virgen de Guadalupe con marco de plata que la adornaba, se la llevó su último párroco a la iglesia de Lampazos, donde se mantiene actualmente a un costado del altar. No lo pudimos ver por ser cuaresma y todas las imágenes están cubiertas de una túnica morada.
Al museo del pueblo tampoco entramos por estár cerrado. Chorizo y tortillas de harina sí alcanzamos.
Muchas gracias a Ramiro, a Arturo y a los encargados del rancho. Que fregón se pasa el tiempo en el monte y la sabrosa platica entre amigos. Hay que volver.
- Apoyado en el escrito del Dr. Enrique Tovar Esquivel, Centro INAH Nuevo León.
- Algunas fotos son de Arturo Martínez.