Después de un largo tiempo de andar planeando el viaje, por fin pude ir el domingo pasado a Mazapil, Zacatecas. Uno no puede andar por ahí diciendo que le gusta la historia del Noreste sin conocer Mazapil, el pueblo que por un tiempo fue la frontera norte de la Nueva España, como después lo fue Saltillo, y más adelante las minas de San Gregorio, ahora Cerralvo. A Mazapil también se le llamaba San Gregorio, como mi abuelo. De ahí salió Alberto del Canto para fundar Saltillo; ahí vivía Diego de Montemayor cuando pasó Luis de Carvajal y de la Cueva, el loco de la Huasteca, y lo convenció de ser parte del futuro Nuevo Reino de León.
Fui con mis amigos Raúl López, de padres y abuelos Mazapilences, y Polo Jáuregui, mi fotógrafo de cabecera. Recorrimos los alrededores, sus calles, comimos gorditas de maíz, buenisismas, y esperamos al cronista y responsable del museo, Pedro Ascacio, que andaba en la peregrinación, una maravilla de persona. Nos regaló tres horas de su tiempo y toda su sapiencia y paciencia para ayudarnos a comprender la historia de este pueblo que se fundó en 1562 como minero, en un valle dominado por Guachichiles seminomadas, guerreros, cazadores de venado. Pensar que a 41 años de la conquista de Tenochtitlán, para quienes la frontera norte era la actual Queretaro, los españoles ya habían llegado hasta acá.
La felicidad por habernos llenado de historia, de esa que al irla entendiendo nos ayuda a entender un poco más nuestro presente, se nos esfumó al enterarnos de la tragedia que ocurrió el pasado miércoles, 29 de julio. Tres días después de haber convivido con la peregrinación que año con año hacen al Santo Cristo por doce días, un camión sin frenos se llevó a casi la mitad de los participantes dejando enlutado a todo Zacatecas, Coahuila, y Nuevo León. Pude localizar después del lamentable accidente a don Pedro, el Cronista de Mazapil, quien muy consternado me relataba: “Ayer fuimos a enterrar a un sobrino y a su hijo de cinco años. Todos en el pueblo tenemos a alguien a quien sepultar, aquí, en Concha, en Saltillo y en Monterrey. Ha habido mucha solidaridad de todos los pueblos y eso se siente”.
Para ese pueblo que se ha levantado de tantas penas, mirando de frente con entusiasmo y dedicación, mi más sentido pésame y esperemos que pronto vuelvan a sonreír y a echarle ganas a la vida digna.