Mis papás me ofrecieron la oportunidad de estudiar un año en Estados Unidos, terminando la preparatoria, para aprender Ingles y madurar con la experiencia de vivir con otra familia en otra sociedad.
No terminaba la prepa y como quiera me fui, ahora me imagino la angustia de mis padres. ¿Cuándo se va a componer este muchacho? Esto fue en 1980, yo tenía 16 años.
Me tocó, por diosidencia, una familia católica en el centro de Pensilvania, con sus tres hijos menores estudiando en una preparatoria católica, a la que asistí yo, cursando el último año.
Todavía no aprendía muy bien ingles y me llevaron a un retiro espiritual. Fuimos como 15 estudiantes hombres a una especie de rancho. En el camino uno de los compañeros más mendigos nos advirtió; “No quiero que anden muy participativos con lo que digan los padres, nos van a poner fastidiosas dinámicas, pero si nos quedamos serios, se acabaran pronto y este fin de semana será tranquilo.” No le entendí tanto pero sentía su mirada mientras nos aleccionaba. “Is that clear?”
En una de las actividades un sacerdote hablaba de la vida de los santos y preguntó. “¿Ustedes creen que el tiempo de los santos ya se acabó? Todos permanecíamos callados “¿Creen que ya no hay santos en nuestra época?” La misma respuesta. “¿Alguno de ustedes conoce alguna persona que crean que pueda llegar a ser santo? Con mí limitado Ingles y con la amenaza del tacle defensivo del representativo de futbol americano del colegio, yo levante la mano. Hasta el padre se saco de onda. “Debe ser una persona muy significativa, no dudaste en levantar la mano de inmediato. ¿Cómo se llama esa persona?” “Salvador Pérez Orosco.” “¿Que ha hecho Salvador para que lo consideres Santo?” “Peace” les dije “es un hermano lasallista que siempre trasmite paz.”